No entiendo cómo hacéis series de 70 minutos”. El guionista de Los Soprano y creador de Boardwalk Empire, Terence Winter, no salía de su asombro en su visita a España. No podía imaginarse crear una ficción semanal que durara tanto como las españolas. El dato, algo inconcebible en la televisión anglosajona, todavía es más llamativo para quien escribe comedia: “¿Estáis locos?”, ironizaba con EL PAÍS Chuck Lorre, responsable de The Big Bang TheoryDos hombres y medio y otras de las sitcom más exitosas, al plantearle la cuestión. Todas sus series duran entre 20 y 30 minutos.

La reclamación la llevan haciendo los guionistas desde que a finales de siglo los canales decidieron alargar sus productos para que ocuparán más espacio. Pero, como las cadenas españolas nunca se han planteado acortar o partir el prime time, las ficciones, de cualquier género, siguen obligadas a rellenar entre 70 y 75 minutos con un solo capítulo. Una norma comercialmente indiscutible en la televisión tradicional, pero que las nuevas pantallas empiezan a romper. Los creadores reciben este paso con los brazos abiertos, sí, aunque también con la necesidad de adaptarse.

“A veces salen capítulos muy flojos. Si es de 40 minutos, se lo come cualquiera. Pero con 75, no hay quien trague”, reconoce Ramón Campos, creador y productor cuyo equipo ha tenido que amoldarse al pasar Velvet de Antena 3 a Movistar con 20 minutos menos [todas las nuevas series de la plataforma de Telefónica tendrán capítulos de menos de 50 minutos]: “Funcionaba porque teníamos muchos personajes y universos que se mezclaban en cada capítulo. Tuvimos que buscar la fórmula para no perder la esencia pero que fuera más ágil”, explica el guionista, que se valió de su experiencia con Netflix para esta deseada evolución: “Las chicas del cable [con episodios de 50 minutos] ayudó, pero eso fue más fácil porque comenzamos con otro chip. Normalmente tenemos 14 personajes y el número va subiendo cada temporada. Debíamos reducirlos”.

Los actores Ginés García Millán y Daniel Grao, en el rodaje de 'La catedral del mar'.
Los actores Ginés García Millán y Daniel Grao, en el rodaje de ‘La catedral del mar’. JAVIER DE AGUSTÍN

Ese mismo proceso lo repetirá en 2018 Vis a vis al pasar a Fox. También La Catedral del Maruno de los próximos estrenos de Antena 3 y cuyo presupuesto depende en alrededor de un 20% de Netflix, tendrá duración reducida. La cadena se ve obligada a adaptar la parrilla en abierto a nuevos mercados. Y los guionistas, que aprendieron a utilizar trampas narrativas “por pura supervivencia”, deberán cambiar hábitos. “Hay capítulos que mezclan tantas tramas que podrían ser dos”, cuenta Campos. Dado que los propios creadores nunca sabían tampoco dónde va la publicidad, el equipo de la productora Bambú se ha habituado a repetir una y otra vez golpes de efectos: “Durante los primeros 20 minutos los personajes están con el susto en el cuerpo, por si acaso cortan en ese momento. Esa estructura es algo que sorprendió al venderlo a EE UU, pero es una lucha perdida con las cadenas. No lo controlamos”.

El tiempo y la estructura es de las muchas lecciones que ha absorbido Campos en su paso a Netflix: “Nos aconsejaban cosas tan curiosas como que pusiéramos muchos primeros planos al principio, porque el público latinoamericano tiende a ver las series en móviles y así conseguíamos enganchar”.

Las protagonistas de 'Las chicas del cable'.
Las protagonistas de ‘Las chicas del cable’. NETFLIX

Pero si el reloj es problemático para el drama, en comedia es insostenible. El tiempo transforma las reglas del humor. “No puedes contar chistes durante tantos minutos, así que tenemos más tramas y muy corales. Se convierte en una especie de dramedia como las nacidas tras Médico de familia”, explica Natxo López, guionista curtido en ambos géneros (de Hispania a Allí abajo): “A veces la mezcla de los géneros, choca. Pasan de lo hilarante a lo lacrimógeno y exagerado”. Eso sucedió en Los Serrano, que saltó de comedia gamberra a estar llena de elementos de melodrama. “Hay tramas pequeñas que no puedes hacer en tantos minutos. Había un capítulo de Friends en el que Mónica luchaba contra un interruptor. Era divertido y loco, pero funcionaba por ser corto. Eso sería imposible de mantener aquí”, apunta López. La pena aguanta mejor los minutos.

“Hacemos cinco sitcoms de 20 minutos y mezclamos. Es la única manera de rellenar”, explica Alberto Caballero, responsable de La que se avecina, de las pocas series que ha logrado mantener la comedia pura: “No escribimos capítulos, sino largometrajes. Si Friends tenía dos pisos, nosotros los multiplicamos. Esa fue nuestra lógica. Aquí no hay quien viva nació con 50 minutos, pero cuando quisieron enfrentarse a las comedias costumbristas, cada minuto era audiencia perdida. El resultado fue que el propio sistema expulsó a las comedias. Tanto tiempo es antinatural y requiere mucho esfuerzo. En comedia no puedes dejar ni 20 segundos de silencio. Siempre tienes que estar en alto”.

Los 70 minutos de la discordia de las series españolas

Caballero sostiene que los 70 minutos han obligado a las series a “culebronizarse” y a “arrinconar” al humor. Mientras que propuestas como Paquita Salas (antes en Flooxer y ahora en Netflix) y El fin de la comedia (Comedy Central), ambas de 30 minutos, se cuelan fuera de la televisión en abierto.

Pero Campos, que ya escribió Refugiados para La Sexta con 50 minutos de duración, no acabó de estar satisfecho por el simple hecho de tener el tiempo que pidió: “La libertad lleva al libertinaje. Me dejaron hacer lo que quería y quizás olvidé lo que pide la audiencia. Seguimos dirigiéndonos al público español generalista, que tiene esa manera de contar las series muy interiorizada”. Caballero coincide con Campos en lo básico. Ninguno confía en que las cadenas comerciales vayan a cambiar sus tiempos: “La mayor ventaja de acortar es que si haces un capítulo sin gracia, no pasa nada. No todos los capítulos pasan a la historia. Pero si fracasa uno de 70 minutos, es un drama”.

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