Narciso Benítez (Barakaldo, 1968) pasó de hacer COU en los Salesianos de su ciudad natal a licenciarse con honores (Diploma Rojo) en Ciencias Físico-Matemáticas en la antigua Unión Soviética. “Los primeros 12 meses en Moscú los dediqué a aprender ruso gracias a una beca de la Asociación de Amistad España-URSS. La carrera la saqué en cinco años, un periodo que fue durísimo, como un campamento de marines para científicos. Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. A partir de ahí todo fue cuesta abajo”. Txitxo, como le llaman familiarmente, bromea porque lo que vino después está al alcance de muy pocos. Al regresar a España se doctoró en Ciencias Físicas en la Universidad de Cantabria y, en 1987, se fue a EE UU. Allí trabajó en diferentes proyectos vinculados a la NASA en la Universidad de Berkeley (California) y en la Johns Hopkins (Maryland), entre ellos la captación de imágenes con el telescopio espacial Hubble.

“He trabajado en múltiples investigaciones, aunque quizás mi contribución más importante ha sido el desarrollo de un algoritmo utilizado en proyectos cosmológicos para medir la distancia entre galaxias”, explica. En 2004, al volver de su aventura americana, reparó en un artículo publicado por The Economistque alertaba acerca de la burbuja inmobiliaria que se estaba gestando en Europa, y particularmente en España. Investigó sobre el tema y decidió vender su casa. “Acerté el diagnóstico, pero me equivoqué en el timing. Como el precio de la vivienda tardó en caer decidí invertir los ahorros obtenidos en Bolsa”.

Durante una década, compaginó su carrera como científico en diferentes instituciones (Instituto de Astrofísica de Andalucía y el Ramón y Cajal) con su inmersión en el mercado de valores. En 2016, sin embargo, llegó un punto de inflexión: los magníficos resultados en el parqué y cierta decepción con su actividad científica, “que se había burocratizado”, le llevaron a presentar su proyecto de inversión a la incubadora de gestores Smart-ISH, promovida por Abante Asesores. La firma presidida por Santiago Satrústegui, tras hacer una due dilligence para comprobar que las rentabilidades de la cartera de Benítez eran ciertas, le hizo una oferta. El astrofísico pidió una excedencia y desde el 30 de junio se ha embarcado en un proyecto que le ha llevado a registrar su primer fondo en la CNMV: Abante Value Small Caps.

El lobo y la manada

“¿Si es más fácil batir al mercado que medir el universo? Pues no lo sé. Lo bueno de trabajar en finanzas es que un sistema muy darwiniano. Si aciertas y la mayoría se equivoca, te forras. En cambio, en el mundo científico, si tienes la razón y la comunidad científica no, la mayoría te machaca”, resume. Aunque empezó a invertir en 2006, tardó seis años en desarrollar su propio sistema cuantitativo de inversión. Eso sí, una vez dio con la tecla adecuada, el resultado fue apabullante: rentabilidad media anualizada del 34,6% desde 2013, con una volatilidad (10,12%) bastante menor a la del mercado.

PRUEBA DE FUEGO

Narciso Benítez cree que el inversor tipo de su fondo debería ser una persona que entienda el sistema utilizado y que asuma que, para batir al mercado en el largo plazo, “quizás hay que pasar alguna temporada por debajo del índice de referencia”. El historial de rentabilidades del astrofísico se ha logrado en una fase alcista del mercado, por lo que la prueba del algodón de su método llegará cuando empiecen las turbulencias. “El modelo no se ha enfrentado a una crisis global de las Bolsas, pero se ha comportado bien en fases de caídas en mercados concretos como ocurrió en China en 2015”. El gestor prefieren no hacer previsiones sobre la evolución futura del mercado. “En eso soy agnóstico, pero los datos me dicen que Japón está muy barato. De forma contraria al consensto, empiezan a entrarme también muchas compañías estadounidenses”.

Para lograr semejante historial de plusvalías, Benítez echó mano de su experiencia de astrofísico en el uso y gestión de grandes bases de datos. Durante su contacto con el espacio aprendió algunas lecciones importantes que ahora aplica en las finanzas. La primera de ellas es que nunca hay que dar nada por sentado. “Hay que manejar cifras y saber cuándo son buenas, detectar errores sistemáticos en los números”. La segunda lección es aquella que señala que es más importante que el sistema sea robusto que optimizado al máximo. “Cuando algo se estropea en el espacio, no puedes subir a arreglarlo. Si tengo que elegir entre un sistema robusto y otro algo mejor, pero que se puede estropear a las primeras de cambio, me quedo con el primero”. La tercera idea fuerza que extrajo de la galaxia es la redundancia. “En la instrumentación aeroespacial se trabaja con muy ligeras variaciones, por si hay un fallo tengamos algo en lo que basarnos”. Y, en último lugar, que la ley de Murphy es la cuarta ley de la termodinámica. “Las cosas van bien hasta que dejan de hacerlo. Hay que prepararse para que, cuando eso ocurra, el fallo no sea catastrófico”.

Como hace su admirado Warren Buffett, la aproximación de Benítez al mercado se basa en el estilo value (comprar empresas baratas), combinado con ciertas dosis de momentum. Esta estrategia de inversión, que ahora replicará Abante en el fondo, se basa en el uso de un algoritmo matemático que permite analizar 45 indicadores de 12.000 compañías, de las que solo un 1% se consideran oportunidades de compra, para detectar anomalías en el mercado. “Los parámetros que uso no se pueden desvelar porque sería como explicar la fórmula de la Coca-Cola. Muchos de ellos son bastante conocidos como los indicadores que comparan el valor de la empresa con su Ebitda, o la cotización frente al valor en libros”. El fondo tendrá en cartera unas 50 empresas, todas ellas de pequeño tamaño. “En el universo de las small caps es donde hay mayores anomalías. Compro empresas poco seguidas por los analistas, un tanto aburridas. Mi experiencia me dice que por encima de los 1.000 millones de capitalización el mercado gana eficiencia y resulta más complejo batir a los índices”.

Veto a China

Benítez invierte en los principales mercados del mundo excepto China. “Mi sistema se basa en los números, por lo tanto depende de que las cifras sean buenas. Existe un amplio consenso acerca de que los números de las compañías chinas continentales no son muy de fiar”. En este sentido, para tener exposición a este país prefiere hacerlo a través de las empresas cotizadas en Hong Kong o en otros países asiáticos.

Abante confía en la proyección del astrofísico como gestor, sin embargo, cree que necesita un periodo de incubación para que pueda replicar a mayor escala lo que ha hecho hasta ahora. Por este motivo, su fondo contará con un tope inicial de patrimonio de 10 millones de euros. “No es un muro de hormigón, creo que el modelo puede evolucionar hacia tamaños mayores sin que pierda eficiencia. Las propias dimensiones del fondo nos ayudan también a limitar el riesgo de liquidez. Solo tomamos posiciones que equivalgan a un día de negociación como mucho. Eso hace que resulte fácil entrar y salir de los valores”.

El astrofísico reconvertido a inversor asegura que pasar a gestionar el dinero de terceros no le da miedo, aunque sí mucho respeto. “La política de Abante obliga a que buena parte del patrimonio del gestor esté invertido en el fondo. Eso hace que el primer interesado en que todo vaya bien sea yo. Es algo parecido a lo que hacían los romanos. Sus puentes han perdurado en el tiempo porque obligaban a los ingenieros a dormir debajo de ellos la primera noche tras concluir las obras”.

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