No recuerdo si fue el último verano o el anterior, porque todos los veranos son iguales, cuando vi a José Emilio Amavisca en mi pueblo, Sanxenxo. Era imposible no reconocerlo porque es sabido que Amavisca se ha quedado en 1995. El mismo peinado, la misma planta. No le quité la mirada de encima hasta que comprobé, disgustado, que cuando pedía algo en la barra no se arrodillaba y señalaba al cielo moviendo el dedo. El periodista Guille Ortiz lo ha entrevistado esta semana para la revista Jot Down y allí Amavisca, y el madridismo, ha recordado la temporada 1994-1995, fundamental para que todo pasase como pasó después. Ese año el Madrid recuperó a Valdano (“algún día le devolveré al Real Madrid todo lo que le he quitado”), y tumbó a Cruyff en España, un trabajo que ya había emprendido el Milan en Europa meses antes. Ganó la Liga, por fin (se creía que la Quinta no vería otra), y se devolvió la tortura que quitaba el sueño al madridismo: el 5-0 del Camp Nou. “Metemos el quinto y bajamos los brazos. Si queremos meter siete u ocho, los metemos. Tuvimos casi media hora para seguir marcando goles, pero no fuimos a buscar sangre”.

Como el Madrid es lo que es, esa temporada brillante fue también la del mayor descalabro europeo: el 0-2 del Odense en el Bernabéu. Pero sobre todo, como recuerda Amavisca en JD, fue el año en que Valdano dijo que no contaba con él y con Zamorano, a quien dejó como quinto delantero instándole a buscar equipo. Ahora uno lo piensa bien y Zamorano, a priori, era un delantero que no pegaba con Valdano. El lustroso argentino que venía a conjurar los fantasmas con la pelota y el control, y el chileno con más alma que calidad, con arrojo, con garra. Ocurrió que Zamorano era uno de los grandes delanteros del mundo precisamente por su obstinación. Dijo que no se iba del Madrid e hizo una pretemporada marciana. Otro entrenador mantendría el pulso; Valdano pensó que tendría que estar loco para mantener su palabra y privar al Madrid de aquella locura en el campo, por más que no fuese de su gusto. Bien: el Madrid empezó la Liga en Sevilla. Zamorano marcó a los 30 segundos y a los cuatro minutos; Zamorano dio la Liga al Madrid en el último partido a pase de Amavisca. Fue la Liga de ellos dos, sí, pero también la Liga de un entrenador que se tragó el orgullo y dio marcha atrás. Ese gesto sencillo con el que, por no hacerlo, tantos entrenadores han perjudicado a sus equipos.

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